Ella

Ella.
Esa mujer que lo da todo por tí.
Ella, la que te da su plato de comida si ese te gusta más,
ella, que te abraza con todas sus fuerzas,
y en su pecho sientes de pronto la ingravidez,
ya no existe el mundo, ni los problemas, sólo el latir de su corazón,
y te acurrucas en su regazo, y no hay relojes.
Sin prisas, ella te da todo su tiempo, su atención, su cariño,
sólo necesitas eso para sentirte tranquila, para sentir que el mundo puede seguir, que el sol vuelve a salir, que los problemas se desvanecen en ese instante en el que ella te habla, y desde su sabiduría, consigue reducir tus preocupaciones a juegos fáciles de resolver, pues ella está ahí, y es ese espacio de tiempo en el que vuelves a sentirte niña, y miras su cara, sus ojos, su sonrisa, y con la certeza de ser lo más importante en su vida, cierras los ojos, y una inmensa sonrisa llena tu alma.

Y deseas que los años, no causen mella en su salud, deseas con todas tus fuerzas que acompañe tu camino, ella, que te dio la vida, que te nutre con su amor, con su confianza, con su fé de que pase lo que pase, tú sabrás elegir y ser feliz, pues ella te ha enseñado a ser libre, sin necesidad de estar aislado, a ser libre amando.
Ella, a la que cuantos más años pasan más entiendes, más admiras, más amas.
Por todo esto y mucho más, porque gracias a ella estás, estoy hoy aquí, porque si soy así es en parte por ella, quiero darle las gracias, aunque todo lo que diga o haga por ella será poco, pues ella es dadora de vida.
Te quiero, mamá.