Ella fluye, aprende, vive, descubre en cada etapa algo nuevo, y deja que el río siga su curso, sea cual sea el ritmo...A veces lento, a veces rápido, no importa, sólo fluye, y de pronto, comprende que este fluir trae la calma, y ya no siente rabia, sólo calma, que le invade, que llena de luz el camino...
Y el ritmo pausado le ensenya a mirar desde otras perspectivas, de pronto ya no hay río, el río se funde en un amalgama, y todo es Uno, y en ese Uno puede ver con claridad.
Siente de pronto que el río es ella, y se sumerge en sus aguas cristalinas y frescas, y su cuerpo se funde, corre por el cauce, hasta que llega a un pequenyo estanque, donde el agua calma nutre los árboles, desde allí puede oler la tierra,ella es la tierra.
Unas pequenyas cosquillitas la despiertan del suenyo, son las raíces de un árbol, que la absorben. Ahora corre a través de ellas, se mueve como si toda la vida hubiera sido salvia, explora cada rama, cada hoja, siente como los rayos del sol la alimentan, y la calidez vuelve a traerle el suenyo...
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